El Carmen
Estancia vieja de Nuestra Señora del Carmen
Se desconocen los detalles precisos que llevaron a la fundación de El Carmen, e incluso se especula sobre la presencia de comunidades indígenas en la zona anterior a su población, o sobre quien fuese su fundador o fundadores. No obstante, de lo que sí existe certeza es que en los antecedentes de su nacimiento, se registran constantes conflictos con el pueblo indígena de Brotaré (hoy Otaré) que reclamaba el poder de la tierra en lo que constituía el perímetro de la Estancia Vieja que más tarde daría paso a su población.
Así pues, a la orilla de la Quebrada Del Marqués (hoy Quebrada Grande), sobre la que se considera la estancia más vieja, en un camino después de Brotaré, surge en el siglo XVIII la pequeña población. En el año de 1806 fue otorgada en Ocaña las escrituras de poder que daban carácter legal a la Estancia Vieja de Nuestra Señora del Carmen; y finalmente el 7 de noviembre de 1808 se erige la Parroquia de Nuestra Señora del Carmen, borrando de su nombre aquella Estancia Vieja.
En el siglo XX, el apacible pueblo de El Carmen fue testigo de uno de los más horribles sucesos en la historia de la Provinicia de Ocaña y el país. Un año después del asesinato del caudillo liberal Jorge Eliecer Gaitán la conmoción continúa en las regiones del país, mientras la violencia bipartidista se recrudece incentivada por los mismos partidos políticos. Las revueltas y protestas populares que sucedieron luego de aquel suceso, fueron sofocadas a sangre y fuego, y el gobierno conservador de Mariano Ospina Pérez inicia una persecución contra el campesinado y los liberales de las ciudades, armando a la Policía Nacional con intereses políticos para lograr su fin.
En abril 1949, el Consejo Municipal de El Carmen en cabildo abierto, decide erigir un monumento en homenaje a Jorge Eliecer Gaitán, justo un año después de su asesinato. Este acto fue tomado de inmediato, como un acto de rebeldía por parte del gobierno conservador de Ospina Pérez, y el gobierno departamental del también conservador Lucio Pabón Núñez. Ese mismo año, en las elecciones legislativas del 5 de junio, los liberales ocuparon la mayoría electoral en el Congreso Nacional, hecho que llevó al presidente Ospina Pérez a propiciar el cierre del Congreso el 9 de noviembre, amenazado por la desestabilización de su gobierno.
Este hecho, fue aprovechado por los conservadores de Ocaña y Convención para llevar a cabo desde las alcaldías de sus pueblos, una masacre con conocimiento y aprobación de las administraciones de turno, y apoyado por la Policía (llamados chulavitas), e incluso la Iglesia. Tiempo atrás, se habían ordenado sofocar las protestas de liberales de carmelitanos, quienes constituían la mayor parte de la población.
Entonces, un grupo de habitantes de corte conservador en Ocaña y Convención, se tomaron a El Carmen con la ayuda de la policía chulavita quienes además facilitaron el uso de prendas y elementos de funcionarios públicos para posibilitar el ingreso al pueblo. En diez días, se perpetraron actos que marcaron la memoria de sus habitantes; asaltaron bodegas y tiendas, violentaron las ventanas y puertas de las casas, se bebieron el alcohol de los estancos y cantinas, violaron a sus mujeres y agredieron a todos los que encontraron a su paso.
Un número de 70 muertos dejó aquella tragedia que enlutó al pueblo de El Carmen, así mismo, un gran botín producto del saqueo cometido por los ocañeros y convencionistas que regresaron a sus casas convirtiéndose tiempo después en importantes comerciantes y acaudalados personajes, como lo denunció el periodista ocañero Nahum Sánchez Numa:
“Luego de los 10 días de la sangrienta toma, sus autores regresaron con camiones y volquetas repletos de mercancías y hasta con las puertas, camas y utensilios de cocina que cupieron en los vehículos. Como por arte de magia, los radicales delincuentes se convirtieron en respetables comerciantes, reconocidos dirigentes conservadores, socios de los clubes sociales más prestigiosos de Ocaña y Convención. Varios de ellos murieron de viejos y seguramente perdonados por los representantes de Dios en la tierra, los que sobreviven, no faltan a las misas dominicales, comulgan y no se sabe si hayan confesado sus terribles pecados.”
Muchos carmelitanos que sobrevivieron refugiados en sus casas, migraron hacia municipios de la Provincia y demás regiones para salvar sus vidas, algunos escaparon en los días de fuego y sangre, y otros continuaron sus vidas en el pueblo. Los gobiernos locales y departamental de la época negaron los hechos argumentando que los carmelitanos participaron en los disturbios, igualmente el gobernador Lucio Pabón se escudó bajo la premisa de que las acusaciones de su participación fueron sólo con la intención de dañar su nombre.
Finalmente los acontecimientos de El Carmen de 1949 fueron suprimidos de la historia por historiados y destacados personajes de la Provincia, que llevaron a la ausencia de registro en los archivos nacionales para la protección de la memoria histórica de la nación. En la actualidad se reclama justicia para este genocidio perpetrado hace 66 años y se llama a integrar la Comisión de Revisión de la Verdad de la Historia del Conflicto Interno colombiano para la reivindicación de todo el pueblo carmelitano.