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El Paris Volcan y el tiempo
Por Elena Salamanca
Par de medias ¢0.70; colcha: ¢3.50; tarjeta de celular: $1.50; relojes: $3, $5, $15; token: $0.05. El edificio del almacén Paris Volcan, de los hermanos José y Carlos Bernheim, se reinventa y refuncionaliza sobre la 2.ª calle oriente y la av. Prudencia Ayala, en el centro histórico de San Salvador.
El edificio neoclásico francés, de concreto armado, construido en 1921, cambia sus ventas de 1934 por dolarizados servicios en una zapatería, un local de videojuegos, una tienda “de 10 y 15”, dos relojerías, una pupusería, una panadería, una joyería y tres locales vacíos. Su infraestructura de media esquina ha sido pintada de salmón y sus detalles florales de blanco desde 2000, según Walter Bigit, representante del propietario. El edificio, que forma una tríada junto a los portales “La Dalia” y “de occidente” frente a la Plaza Libertad, pertenece a la familia Bigit desde hace más de 30 años: “Mi papá se lo compró a unos judíos”, detalla Bigit.
En 1930, canastas para pic-nic, vestidos y batas de baño se vendían ahí, y su publicidad de prensa resaltaba: “La casa que más barato vende”. En enero se vendían “juguetes y golosinas para regalo de año nuevo”, y en 1934: “Para caballeros hemos recibido un formidable surtido de sombreros Boscaino y Stetson. Casimires, linos, escarpines, cinturones y corbatas”. Sin corbata, un jovencito en el ala este del edificio cuenta que el token vale $0.05 para jugar con las maquinitas de juegos de video, y que el local funciona “desde hace siete años”. Sus tenis pisan pequeños ladrillos verde oscuro y crema, originales pisos de 1921.
En la puerta de la esquina, los relojes de Time City reviven el tiempo en que “era uno de los almacenes más prestigiosos de San Salvador”, según Bigit, pero ahora marcan 83 años de construcción y tres locales vacíos a una renta de $2,000. “Ya no es rentable tener negocio en el centro”, sentencia Bigit.
El Paris Volcan persiste al tiempo con la única estrategia de supervivencia de los monumentos arquitectónicos del centro histórico: un histrionismo que se adapta a y adopta los nuevos tiempos.