Caos vial: sálvese quien pueda
Asistimos a una anarquía dantesca en el tráfico.
Marcelo Colussi
El tráfico en la ciudad de Guatemala es una locura, un atentado para la salud mental de la población y para el ambiente.
Quedarse en la lamentación de nada sirve; mejor buscar las causas y tratar de incidir sobre ellas para cambiar algo.
Para entender –e intentar modificar– ese caos debemos partir del siguiente horizonte: en los noventa del pasado siglo, las grandes empresas fabricantes de automóviles decidieron que para el año 2010 se debía llegar a la proporción de un carro por cada 6 personas en el mundo, es decir: 1 millardo de vehículos circulando, calculando que la población planetaria para este año rondaría los 6 millardos de personas. La estrategia mercadológica funcionó, y tal como se tenía pensado, fueron los países pobres del Sur el nicho de mercado donde más se incrementaron las ventas.
Merced a agresivas campañas publicitarias y grandes comodidades de créditos, las caóticas ciudades del Sur aumentaron en forma exponencial sus parques vehiculares. Claro que no aumentó en la misma proporción la estructura vial correspondiente. Consecuencia: asistimos a una anarquía dantesca en el tráfico, con ciudades muy lejos de estar preparadas para ese desmedido aumento de carros.
Sumado a eso, aquí en Guatemala tenemos dos causas más que interactúan: 1) falta de educación vial, y 2) cultura de impunidad.
No hay la más mínima educación vial, ni para conductores ni para peatones. La consecuencia es que asistimos a un desorden monumental donde nadie sabe cómo reaccionar ante esta catástrofe urbana, y siempre la culpa la tiene el otro.
Al no haber ninguna preparación, al no conocerse las reglas de tránsito, reaccionamos visceralmente como podemos. Y en general esas reacciones son violentas, improvisadas, faltas de planificación. Creemos que es más fácil arreglar el caos tocando la bocina que cediendo el paso. “Quien no sabe es como quien no ve”. Faltos de información sobre todo esto, no tenemos muchas salidas más que apelar a la violencia.
Agrava la situación la histórica cultura de impunidad que nos moldea. Como el imperio de la ley no está sólidamente incorporado, se puede hacer lo que uno desee (conductores y peatones), seguros que no habrá consecuencias.
Según un estudio reciente, alrededor de un tercio de licencias… son “pisteadas”. La impunidad es nuestro molde como sociedad.
¿Qué hacer entonces? Como mínimo: 1) educación vial. 2) Seguir el combate a la impunidad, y 3) ¿Dejar el carro? Proyectos como el Transurbano pueden ayudar. ¿Y pensar en la bicicleta?
http://www.elperiodico.com.gt/es/20101025/opinion/180189/