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Manizales - Pereira | Relatos de viaje
Antes de dejar Pereira hice un corto viaje al municipio de Cartago. Jorge(med) me había recomendado visitar este pueblo, pues según él había mucho que ver. Yo sin vacilar le hice caso y tomé el bus. El viaje transcurriría sin sobresaltos, exceptuando un pequeño incidente. Después de pagar el boleto, lo había guardado tan bien, que cuando me lo pidieron no logré encontrarlo. Me negué a pagar de nuevo, así que afánosamente me dí a la tarea de buscarlo, pero fue en vano. Seguí discutiendo casi cinco minutos, mientras los demás pasajeros reclamaban con chiflidos y algunas mujeres vendían dulces y piñas, desde afuera. Me dieron como ultimatum pagar de nuevo o bajarme, pero justo en ese momento lo encontré. Lo había guardado en el bolsillo de la camisa. Sentí un alivio profundo, en otra época hubiera pagado nuevamente para evitar la vergüenza.
A pesar del incidente, el viaje fue corto y pronto llegamos a nuestro destino. Como en la mayoría de las poblaciones de Colombia, la entrada a Carago es fea y parece reunir talleres mecánicos, lavaderos, aparcamentos y unos cuantos edificios decadentes tapizados con infinidad de letreros. El recorrido en bus, me dejó saber que Cartago era un pueblo elongado, algo que pude confirmar diligentemente. El autobús paró justo en frente de la antigua estación del ferrocarril, un edificio decrepito que se esforzaba por revelar su pasado glorioso. Me llamó mucho la atención la estructura y quise buscar el ángulo perfecto para la foto, incorporando un pequeño parque vecino. Al llegar al parque me dí cuenta que había cometido un error. Me encontré entonces entre una veintena de hombres que fumaban marihuana y producían una enorme nube de humo, de la que no me había percatado. Con disimulo, guardé la cámara y procedí con la mayor naturalidad posible. Al pasar, uno de los hombres me saludó y yo devolví el saludo con un fingido acento vallecaucano. Dí la vuelta completa al parque y al devolverme otro hombre me preguntó--"Mono ¿Qué se le ofrece?"--y yo simplemente le dije que nada, pero el insistió--"Vea tenemos marigüanita..." Yo lo miré y con una sonrisa que parecía verdadera, le dije. "Uy no hombre ¡Cómo estoy de juicioso!"-- Cabe anotar que nunca en mi vida he probado la marihuana y no precisamente por falta de oportunidad. Aunque quisiera pensar que antes de morir, descubriré todas esas experiencias de las que me estoy perdiendo, hasta ahora he preferido abstenerme. Salí rápido de ahí y desde la esquina tomé la foto con algo de zoom.
La mente me trajo un recuerdo parecido. Estaba en el mercado de San Alejo en Medellín, a donde acudí casualmente con otro forista. Un hombre de aspecto descuidado nos abordó e insistía en vendernos "Chocolate". No nos interesó, pues nos había quedado claro que chocolate era sólo un acomodado pseudónimo para la yerba. Era perfecto: así iba a poder llamar a Jorge(med) y decirle que ya sabía porque le gustaba Cartago y los mercados de San Alejo. Una vez volví a Pereira, lo hice y me burlé de él un buen rato.
Seguí caminando tratando de ubicar la plaza central, pero fue inúti. Después de un sinfín de vueltas me encontré con un bello edificio gubernamental.
.... Continuará
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Antes de dejar Pereira hice un corto viaje al municipio de Cartago. Jorge(med) me había recomendado visitar este pueblo, pues según él había mucho que ver. Yo sin vacilar le hice caso y tomé el bus. El viaje transcurriría sin sobresaltos, exceptuando un pequeño incidente. Después de pagar el boleto, lo había guardado tan bien, que cuando me lo pidieron no logré encontrarlo. Me negué a pagar de nuevo, así que afánosamente me dí a la tarea de buscarlo, pero fue en vano. Seguí discutiendo casi cinco minutos, mientras los demás pasajeros reclamaban con chiflidos y algunas mujeres vendían dulces y piñas, desde afuera. Me dieron como ultimatum pagar de nuevo o bajarme, pero justo en ese momento lo encontré. Lo había guardado en el bolsillo de la camisa. Sentí un alivio profundo, en otra época hubiera pagado nuevamente para evitar la vergüenza.
A pesar del incidente, el viaje fue corto y pronto llegamos a nuestro destino. Como en la mayoría de las poblaciones de Colombia, la entrada a Carago es fea y parece reunir talleres mecánicos, lavaderos, aparcamentos y unos cuantos edificios decadentes tapizados con infinidad de letreros. El recorrido en bus, me dejó saber que Cartago era un pueblo elongado, algo que pude confirmar diligentemente. El autobús paró justo en frente de la antigua estación del ferrocarril, un edificio decrepito que se esforzaba por revelar su pasado glorioso. Me llamó mucho la atención la estructura y quise buscar el ángulo perfecto para la foto, incorporando un pequeño parque vecino. Al llegar al parque me dí cuenta que había cometido un error. Me encontré entonces entre una veintena de hombres que fumaban marihuana y producían una enorme nube de humo, de la que no me había percatado. Con disimulo, guardé la cámara y procedí con la mayor naturalidad posible. Al pasar, uno de los hombres me saludó y yo devolví el saludo con un fingido acento vallecaucano. Dí la vuelta completa al parque y al devolverme otro hombre me preguntó--"Mono ¿Qué se le ofrece?"--y yo simplemente le dije que nada, pero el insistió--"Vea tenemos marigüanita..." Yo lo miré y con una sonrisa que parecía verdadera, le dije. "Uy no hombre ¡Cómo estoy de juicioso!"-- Cabe anotar que nunca en mi vida he probado la marihuana y no precisamente por falta de oportunidad. Aunque quisiera pensar que antes de morir, descubriré todas esas experiencias de las que me estoy perdiendo, hasta ahora he preferido abstenerme. Salí rápido de ahí y desde la esquina tomé la foto con algo de zoom.
La mente me trajo un recuerdo parecido. Estaba en el mercado de San Alejo en Medellín, a donde acudí casualmente con otro forista. Un hombre de aspecto descuidado nos abordó e insistía en vendernos "Chocolate". No nos interesó, pues nos había quedado claro que chocolate era sólo un acomodado pseudónimo para la yerba. Era perfecto: así iba a poder llamar a Jorge(med) y decirle que ya sabía porque le gustaba Cartago y los mercados de San Alejo. Una vez volví a Pereira, lo hice y me burlé de él un buen rato.
Seguí caminando tratando de ubicar la plaza central, pero fue inúti. Después de un sinfín de vueltas me encontré con un bello edificio gubernamental.
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