«Fiestón en la Plaza de toros, pásalo»
10.000 jóvenes montan un gran botellón tras citarse con mensajes de móvil. Las vísperas del 3 de mayo son un cruce de caminos para los bebedores ambulantes.
Las nuevas tecnologías de la comunicación se han convertido en el mejor aliado del botellón, un fenómeno de masas que disfruta de un éxito descomunal. Si en lugar de ser una cosa espontánea, hubiese sido una idea de alguien, la patente se cotizaría en millones de euros.
Los mensajes SMS de los móviles, los mismos que consiguieron cercar las sedes del PP la víspera del 14 de Marzo, tienen mucho que ver con el auge imparable del botellón. Gracias a ese 'tam-tam' electrónico, lo que empezó a media mañana como una modesta reunión de juerguistas, acabó por congregar, a media tarde, a unas 10.000 personas -mayormente adolescentes y por ahí- en los alrededores del coso taurino de Doctor Olóriz. Ocurrió ayer. «Fiestón en la plaza de Toros, pásalo», era la noticia que saltaba como una liebre de móvil en móvil.
Al parecer, los cerebros organizadores del evento fueron los dueños de un bar que no se nombrará en este reportaje porque no les hace falta -más- publicidad: a la vista estaba.
Eran las vísperas no oficiales del Día de la Cruz que comienza hoy, una fiesta que es un como un imán primaveral para gentes de aquí, de allí y de más allá.
Vivir y beber
Amigos y primos de rincones andaluces cercanos se 'autoinvitan' a la ciudad para vivir y beber -aunque sea agua-, durante cuatro días, junto a los granadinos de raza o de adopción
La calle, los llama a gritos. Por eso se movilizan - se mueven y mandan mensajes- y se lanzan al asfalto en busca de miles de sensaciones que no quedarían saciadas ni vaciando el 'minibar' que sus padres abren para los amigos. Las cruces granadinas, que han sido apocadas por los que mandan o por los que ya no están para trotes, han ido creciendo en la cabeza de miles de jóvenes de todo el país, que marcan esa fecha en el calendario a cientos de kilómetros de aquí. Así, la reducción de barras, de tiempo y de música ha creado un nuevo fenómeno juvenil: el botellón '24 horas', que lleva ya sobre la ciudad más de dos días.
Javier Falcón -20 años, San Roque (Cádiz), estudia aquí Informática y es el 'líder religioso' de sus amigos, que son fieles al botellón. «Esto es un preludio de las cruces, -dice durante el botellón del sábado por la noche-. Es que mis colegas han venido desde San Roque y qué le vamos a hacer, tendremos que aprovechar». Enrique y David, dos de los amigos que ahora 'okupan' el piso de Javier, cuentan que en el botellón, en dos palabras encuentran «vicio» y «borrachera». Luego se ponen más serios y explican que es la única forma de que el dinero se estire como el chicle y llegue para todos estos días de juerga.
Entre los bebedores más románticos se encuentra Juan, de Cáceres, que dice que el botellón simplemente es «bonito, muy bonito». Él y sus amigos coinciden en que el aspecto social de esta alcohólica reunión es lo que los tiene «enganchados».
«La gente en cruces se vuelca en la calle, se abre y las tías " Abel, primo de Juan, no continúa, pero su sonrisa pícara termina la frase. Cuenta que el granadino día de la Cruz es la mejor fiesta del mundo y que desde que la probó por primera vez, hace un par de años, no puede dejar de venir para disfrutar de los 'macrobotellones' que crean impotencia entre los policías locales.
Tras haber pasado el viernes, de botellón tranquilo, el sábado de botellón por la fiesta del colegio mayor Isabel la Católica -que contó con autobuses que partían hacia la discoteca 'Goldeneye' de Atarfe desde por la tarde- y pasar el domingo en los alrededores de la plaza de toros en el fiestón de por allí -bebiendo, no hay duda- Mar, Teresa, Maitane, y sus amigos -que viven éstos últimos, en residencias universitarias granadinas-, se disponen a arrancar las dos jornadas de cruces, propiamente dichas.
Vestidos para la ocasión
«Venimos de Vigo, Murcia, Vitoria estamos durmiendo todos en un mismo piso con colchones tirados por el suelo», cuentan estos jóvenes que rondan los 21. Ellos llevan unas camisetas amarillas, uniformadas, que ya se hicieron en Cruces 2004. «Cada uno tiene su nombre escrito en la espalda», dice Jose. 'Cachis' llenos de calimocho, botellas de güisqui barato y 'pilicrím' -vino parecido a la manzanilla que tan solo se bebe en cruces y que cuesta dos euros en las tiendas y diez en las barras, según un joven gaditano- mantienen ocupadas las manos de todos aquellos que han viajado a Granada para celebrar estas jornadas 'botellonarias'.
Mientras que Fernando no se corta un pelo de su borracha cabeza y cuenta que los botellones en general, y las cruces en particular, le encantan porque «pillas el 'ciego', te ríes, te vas más contento a la discoteca y encuentras guiris que con el alcohol están más 'suertecillas'».
Eli, Yolanda, Ana y Maite juran y perjuran que no les gusta mucho hacer botellón pero sí las -sanas- relaciones que se entablan. «Hemos llegado a estar en la calle bebiendo coca-cola light», señala una de estas jóvenes, que tiene 22 años y ha traído a las cruces a un par de amigas de Almería.
Sin hacer daño a nadie, con la policía de su parte y con las bolsas cargadas de botellas, miles de jóvenes realizan el ritual básico que los mantiene vivos y con ganas de comerse el mundo. Las cruces, son sólo una excusa para estos amantes de lo clásico. Aunque los vasos de plástico se rajen y los cubitos se hagan un bloque dentro de su bolsa, éstos jóvenes no se rendirán. Harán respirar las calles, aunque el aire que expulsen las aceras huela a ron.
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De www.ideal.es.
10.000 jóvenes montan un gran botellón tras citarse con mensajes de móvil. Las vísperas del 3 de mayo son un cruce de caminos para los bebedores ambulantes.
Las nuevas tecnologías de la comunicación se han convertido en el mejor aliado del botellón, un fenómeno de masas que disfruta de un éxito descomunal. Si en lugar de ser una cosa espontánea, hubiese sido una idea de alguien, la patente se cotizaría en millones de euros.
Los mensajes SMS de los móviles, los mismos que consiguieron cercar las sedes del PP la víspera del 14 de Marzo, tienen mucho que ver con el auge imparable del botellón. Gracias a ese 'tam-tam' electrónico, lo que empezó a media mañana como una modesta reunión de juerguistas, acabó por congregar, a media tarde, a unas 10.000 personas -mayormente adolescentes y por ahí- en los alrededores del coso taurino de Doctor Olóriz. Ocurrió ayer. «Fiestón en la plaza de Toros, pásalo», era la noticia que saltaba como una liebre de móvil en móvil.
Al parecer, los cerebros organizadores del evento fueron los dueños de un bar que no se nombrará en este reportaje porque no les hace falta -más- publicidad: a la vista estaba.
Eran las vísperas no oficiales del Día de la Cruz que comienza hoy, una fiesta que es un como un imán primaveral para gentes de aquí, de allí y de más allá.
Vivir y beber
Amigos y primos de rincones andaluces cercanos se 'autoinvitan' a la ciudad para vivir y beber -aunque sea agua-, durante cuatro días, junto a los granadinos de raza o de adopción
La calle, los llama a gritos. Por eso se movilizan - se mueven y mandan mensajes- y se lanzan al asfalto en busca de miles de sensaciones que no quedarían saciadas ni vaciando el 'minibar' que sus padres abren para los amigos. Las cruces granadinas, que han sido apocadas por los que mandan o por los que ya no están para trotes, han ido creciendo en la cabeza de miles de jóvenes de todo el país, que marcan esa fecha en el calendario a cientos de kilómetros de aquí. Así, la reducción de barras, de tiempo y de música ha creado un nuevo fenómeno juvenil: el botellón '24 horas', que lleva ya sobre la ciudad más de dos días.
Javier Falcón -20 años, San Roque (Cádiz), estudia aquí Informática y es el 'líder religioso' de sus amigos, que son fieles al botellón. «Esto es un preludio de las cruces, -dice durante el botellón del sábado por la noche-. Es que mis colegas han venido desde San Roque y qué le vamos a hacer, tendremos que aprovechar». Enrique y David, dos de los amigos que ahora 'okupan' el piso de Javier, cuentan que en el botellón, en dos palabras encuentran «vicio» y «borrachera». Luego se ponen más serios y explican que es la única forma de que el dinero se estire como el chicle y llegue para todos estos días de juerga.
Entre los bebedores más románticos se encuentra Juan, de Cáceres, que dice que el botellón simplemente es «bonito, muy bonito». Él y sus amigos coinciden en que el aspecto social de esta alcohólica reunión es lo que los tiene «enganchados».
«La gente en cruces se vuelca en la calle, se abre y las tías " Abel, primo de Juan, no continúa, pero su sonrisa pícara termina la frase. Cuenta que el granadino día de la Cruz es la mejor fiesta del mundo y que desde que la probó por primera vez, hace un par de años, no puede dejar de venir para disfrutar de los 'macrobotellones' que crean impotencia entre los policías locales.
Tras haber pasado el viernes, de botellón tranquilo, el sábado de botellón por la fiesta del colegio mayor Isabel la Católica -que contó con autobuses que partían hacia la discoteca 'Goldeneye' de Atarfe desde por la tarde- y pasar el domingo en los alrededores de la plaza de toros en el fiestón de por allí -bebiendo, no hay duda- Mar, Teresa, Maitane, y sus amigos -que viven éstos últimos, en residencias universitarias granadinas-, se disponen a arrancar las dos jornadas de cruces, propiamente dichas.
Vestidos para la ocasión
«Venimos de Vigo, Murcia, Vitoria estamos durmiendo todos en un mismo piso con colchones tirados por el suelo», cuentan estos jóvenes que rondan los 21. Ellos llevan unas camisetas amarillas, uniformadas, que ya se hicieron en Cruces 2004. «Cada uno tiene su nombre escrito en la espalda», dice Jose. 'Cachis' llenos de calimocho, botellas de güisqui barato y 'pilicrím' -vino parecido a la manzanilla que tan solo se bebe en cruces y que cuesta dos euros en las tiendas y diez en las barras, según un joven gaditano- mantienen ocupadas las manos de todos aquellos que han viajado a Granada para celebrar estas jornadas 'botellonarias'.
Mientras que Fernando no se corta un pelo de su borracha cabeza y cuenta que los botellones en general, y las cruces en particular, le encantan porque «pillas el 'ciego', te ríes, te vas más contento a la discoteca y encuentras guiris que con el alcohol están más 'suertecillas'».
Eli, Yolanda, Ana y Maite juran y perjuran que no les gusta mucho hacer botellón pero sí las -sanas- relaciones que se entablan. «Hemos llegado a estar en la calle bebiendo coca-cola light», señala una de estas jóvenes, que tiene 22 años y ha traído a las cruces a un par de amigas de Almería.
Sin hacer daño a nadie, con la policía de su parte y con las bolsas cargadas de botellas, miles de jóvenes realizan el ritual básico que los mantiene vivos y con ganas de comerse el mundo. Las cruces, son sólo una excusa para estos amantes de lo clásico. Aunque los vasos de plástico se rajen y los cubitos se hagan un bloque dentro de su bolsa, éstos jóvenes no se rendirán. Harán respirar las calles, aunque el aire que expulsen las aceras huela a ron.
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De www.ideal.es.