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Concluye la construcción del parking de La Alhóndiga tras dos años y medio de obras
El aparcamiento, dotado de cinco plantas y mil plazas, será inaugurado a mediados de septiembre
FARAÓNICA. Ha sido una de las obras más complejas ejecutadas por el Ayuntamiento de Bilbao.
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EL PARKING
-Constructor: La Unión de Empresas formada por Ferrovial-Agroman, Lauki y Balzola.
-Plazas: 715 para residentes y 270 rotatorias para visitantes.
-Dimensiones: Cada parcela mide por término medio 4,90 x 2,50 metros.
-Precios: Las plazas de residentes cuestan entre 16.227 a 19.833 euros de media, en función de la planta.
-Pilares de las plantas: Circulares y alineados, con el fin de facilitar las maniobras -las aristas condicionan la conducción-.
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El aparcamiento subterráneo de La Alhóndiga está listo, después de algo más de dos años y medio de trabajo. Ha sido una de las obras más complejas que ha dirigido el Ayuntamiento de Bilbao. Por su situación, ya que el tajo estaba en pleno centro de la ciudad, rodeado de edificios de viviendas y una gasolinera. Y por las dificultades técnicas. Las máquinas han tenido que picar roca 'cayuela' -una marga oscura y de gran resistencia- hasta bajar a una profundidad de 20 metros.
Tras el traslado de las tierras en miles de camiones -se ha necesitado cargar 12.500 remolques-, los operarios han rellenado el hueco con la construcción de cinco plantas de parking, dotadas con mil plazas, y dos semisótanos. A mediados de septiembre, tendrán rematados los flecos pendientes del recinto de estacionamiento, el más grande de los nuevos habilitados en la villa, para que ya pueda ser inaugurado.
Finaliza así una obra de entidad, pero aún les queda echar el resto. Coordinadas por el Gabinete municipal de Arquitectura, las tareas pendientes son dos: el arreglo de la fachada de hormigón del viejo almacén de vinos y, lo más importante, la edificación del cubo interior que alojará el centro cultural y de ocio.
En realidad, los primeros sudores cayeron antes de la excavación como tal. En diciembre del año 2000 comenzó oficialmente la reforma de La Alhóndiga con el traslado de materiales y el derribo de sus estructuras del interior. No es que hubiera cosas de valor -el almacén llevaba 25 años sin vida y apenas quedaba algún vestigio de aljibe-, pero había que acondicionar el recinto para lo que luego ha venido.
Por eso también se invirtió tiempo y dinero en reforzar la estructura del edificio, construido en 1909 por el arquitecto municipal de entonces, Ricardo Bastida. Fue una tarea delicada porque se detectó que el hormigón estaba deteriorado. Antaño, la mezcla de arena, cemento y hierro no era tan duradera como la de hoy en día. Además, el almacén ha estado expuesto durante décadas a la capacidad corrosiva del vino.
El apuntalamiento convirtió las cúbicas plantas del edificio en un bosque de vigas con la forma de la cruz de la San Andrés, según la jerga técnica. Había tanta madera que los trabajadores lo bautizaron como 'Las Landas'. Fuera también se colocaron refuerzos. «No se ha movido nada», explica la arquitecta municipal Blanca Brea, departamento adscrito a la concejalía de Obras y Servicios que gestiona José Luis Sabas.
Pantallas de hormigón
Los operarios y jefes de obra hacen balance, ahora que dan los últimos retoques al parking: pulen el suelo, pintan las parcelas y embaldosan las escaleras interiores. La excavación comenzó a principios de 2002. Se han empleado hidrofresas, un sistema que permite introducir pantallas de hormigón en todo el perímetro, sin desbaratar el solar.
Máquinas y trabajadores han picado a 20 metros de profundidad para sacar un cubo de tierra de 7.000 metros cuadrados, una superficie similar a un campo de fútbol. El taco, disgregado en 12.500 camiones de carga, ha servido de relleno para la ampliación del Puerto Exterior, en Zierbena.
Cuando concluyó la excavación se produjo una de las maniobras más espectaculares. La máquina picadora, equipada con un martillo de 4 toneladas de peso, salió por los aires. Para abandonar el recinto, tuvo que ser izada por encima de La Alhóndiga con dos grandes grúas.
Construidas las cinco plantas de aparcamiento -cada una tiene 5.800 metros cuadrados-, sólo falta abrir los accesos, que estarán colocados en la Alameda Urquijo. Pese a ser una obra casi faraónica -llegaron a trabajar cien operarios a la vez en las jornadas más duras-, se han cuidado los detalles. Las tomas y salidas del aire refrigerado permanecen ocultas en los torreones del edificio de Bastida. El parking entrará en funcionamiento con el resto de obras en marcha.
Retirada de 80 cubos de hormigón
Los más de 80 cubos de hormigón que rodean por fuera el edificio de La Alhóndiga serán retirados, una vez cumplida su labor. Sirvieron para apuntalar temporalmente el inmueble antes de que sus estructuras centenarias fueran reforzadas con vigas de acero. Se les llama apeos y cada taco pesa 25.000 kilos.
Los ubicados en Alameda Urquijo ya han sido eliminados. Para ello se ha utilizado una máquina que ha desmigado el hormigón 'in situ'. Luego se cargan y trasladan. Faltan de retirar los situados en el resto del perímetro, así como el enjambre de vigas que les acompaña.
Los responsables municipales confían en no complicar el tráfico de vehículos y el paso de peatones por la zona mientrasse prolongan los trabajos. El departamento de Obras y Servicios iluminará de noche la zona desmantelada.
El aparcamiento, dotado de cinco plantas y mil plazas, será inaugurado a mediados de septiembre

FARAÓNICA. Ha sido una de las obras más complejas ejecutadas por el Ayuntamiento de Bilbao.
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EL PARKING
-Constructor: La Unión de Empresas formada por Ferrovial-Agroman, Lauki y Balzola.
-Plazas: 715 para residentes y 270 rotatorias para visitantes.
-Dimensiones: Cada parcela mide por término medio 4,90 x 2,50 metros.
-Precios: Las plazas de residentes cuestan entre 16.227 a 19.833 euros de media, en función de la planta.
-Pilares de las plantas: Circulares y alineados, con el fin de facilitar las maniobras -las aristas condicionan la conducción-.
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El aparcamiento subterráneo de La Alhóndiga está listo, después de algo más de dos años y medio de trabajo. Ha sido una de las obras más complejas que ha dirigido el Ayuntamiento de Bilbao. Por su situación, ya que el tajo estaba en pleno centro de la ciudad, rodeado de edificios de viviendas y una gasolinera. Y por las dificultades técnicas. Las máquinas han tenido que picar roca 'cayuela' -una marga oscura y de gran resistencia- hasta bajar a una profundidad de 20 metros.
Tras el traslado de las tierras en miles de camiones -se ha necesitado cargar 12.500 remolques-, los operarios han rellenado el hueco con la construcción de cinco plantas de parking, dotadas con mil plazas, y dos semisótanos. A mediados de septiembre, tendrán rematados los flecos pendientes del recinto de estacionamiento, el más grande de los nuevos habilitados en la villa, para que ya pueda ser inaugurado.
Finaliza así una obra de entidad, pero aún les queda echar el resto. Coordinadas por el Gabinete municipal de Arquitectura, las tareas pendientes son dos: el arreglo de la fachada de hormigón del viejo almacén de vinos y, lo más importante, la edificación del cubo interior que alojará el centro cultural y de ocio.
En realidad, los primeros sudores cayeron antes de la excavación como tal. En diciembre del año 2000 comenzó oficialmente la reforma de La Alhóndiga con el traslado de materiales y el derribo de sus estructuras del interior. No es que hubiera cosas de valor -el almacén llevaba 25 años sin vida y apenas quedaba algún vestigio de aljibe-, pero había que acondicionar el recinto para lo que luego ha venido.
Por eso también se invirtió tiempo y dinero en reforzar la estructura del edificio, construido en 1909 por el arquitecto municipal de entonces, Ricardo Bastida. Fue una tarea delicada porque se detectó que el hormigón estaba deteriorado. Antaño, la mezcla de arena, cemento y hierro no era tan duradera como la de hoy en día. Además, el almacén ha estado expuesto durante décadas a la capacidad corrosiva del vino.
El apuntalamiento convirtió las cúbicas plantas del edificio en un bosque de vigas con la forma de la cruz de la San Andrés, según la jerga técnica. Había tanta madera que los trabajadores lo bautizaron como 'Las Landas'. Fuera también se colocaron refuerzos. «No se ha movido nada», explica la arquitecta municipal Blanca Brea, departamento adscrito a la concejalía de Obras y Servicios que gestiona José Luis Sabas.
Pantallas de hormigón
Los operarios y jefes de obra hacen balance, ahora que dan los últimos retoques al parking: pulen el suelo, pintan las parcelas y embaldosan las escaleras interiores. La excavación comenzó a principios de 2002. Se han empleado hidrofresas, un sistema que permite introducir pantallas de hormigón en todo el perímetro, sin desbaratar el solar.
Máquinas y trabajadores han picado a 20 metros de profundidad para sacar un cubo de tierra de 7.000 metros cuadrados, una superficie similar a un campo de fútbol. El taco, disgregado en 12.500 camiones de carga, ha servido de relleno para la ampliación del Puerto Exterior, en Zierbena.
Cuando concluyó la excavación se produjo una de las maniobras más espectaculares. La máquina picadora, equipada con un martillo de 4 toneladas de peso, salió por los aires. Para abandonar el recinto, tuvo que ser izada por encima de La Alhóndiga con dos grandes grúas.
Construidas las cinco plantas de aparcamiento -cada una tiene 5.800 metros cuadrados-, sólo falta abrir los accesos, que estarán colocados en la Alameda Urquijo. Pese a ser una obra casi faraónica -llegaron a trabajar cien operarios a la vez en las jornadas más duras-, se han cuidado los detalles. Las tomas y salidas del aire refrigerado permanecen ocultas en los torreones del edificio de Bastida. El parking entrará en funcionamiento con el resto de obras en marcha.
Retirada de 80 cubos de hormigón
Los más de 80 cubos de hormigón que rodean por fuera el edificio de La Alhóndiga serán retirados, una vez cumplida su labor. Sirvieron para apuntalar temporalmente el inmueble antes de que sus estructuras centenarias fueran reforzadas con vigas de acero. Se les llama apeos y cada taco pesa 25.000 kilos.
Los ubicados en Alameda Urquijo ya han sido eliminados. Para ello se ha utilizado una máquina que ha desmigado el hormigón 'in situ'. Luego se cargan y trasladan. Faltan de retirar los situados en el resto del perímetro, así como el enjambre de vigas que les acompaña.
Los responsables municipales confían en no complicar el tráfico de vehículos y el paso de peatones por la zona mientrasse prolongan los trabajos. El departamento de Obras y Servicios iluminará de noche la zona desmantelada.