Cáceres: ¿ciudad universitaria?
Ahora se les ve menos. Están en la época del año en la que más tiempo pasan encerrados, unos en casa y otros en la biblioteca. Los dueños de los pubs les añoran, lo mismo que en los autobuses urbanos de la línea que llega hasta el campus.
Son las consecuencias de los exámenes finales, ese trámite obligado y fundamental que en estos días afrontan más de diez mil jóvenes residentes en Cáceres. Es la comunidad universitaria, quizás el 'gremio' más numeroso de la ciudad.
Les une la juventud, pero también algunas rutinas mayoritarias, como el recurso frecuente a las copisterías para obtener los apuntes, las horas pasadas en el cibercafé 'chateando' o buscando información para un trabajo, el gusto por los bares para las noches del fin de semana y la necesidad de las bibliotecas cuando llega el mes de la verdad. Los hay que van a clase a diario y tienen sus propios apuntes, que nunca han entrado en un cíber, que no gustan de las discotecas y estudian en su casa o en la residencia, pero son los menos.
En cualquier caso, la presencia de un colectivo tan grande tiene sus repercusiones sobre la ciudad, sobre su ritmo diario y hasta sobre su historia reciente. La huella de los universitarios es evidente, está en la calle, pero ¿hasta qué punto? ¿Es posible cuantificar su influencia social? En definitiva, ¿es Cáceres una ciudad universitaria?
Gustos diferentes
Agustín Nieto, 'Yiyo', lo tiene claro. «Al menos para mí, los universitarios son muy importantes, y creo que para Cáceres son importantísimos», afirma. Su negocio es la Sala Belle Epoque, local de referencia en el ocio nocturno cacereño. Está en el selecto grupo de los que proponen un ambiente diferente al de la mayoría, con música alejada de la que suena en las radiofórmulas y una programación cultural durante todo el año. La propuesta de conciertos en directo parece gustar a los universitarios. «Desde luego, son una parte importante de la clientela, y les gusta lo de los conciertos, los cortometrajes...», dice 'Yiyo', que sin embargo, tiene una visión más bien crítica sobre el presente de la ciudad. «Por el camino por el que va, Cáceres es una ciudad maravillosa para la tercera edad, para las familias con niños, pero para los universitarios...».
Lo dice por cuestiones como la reducción de horarios para los bares de copas. Hace no tantos años, Cáceres permitía encontrar una discoteca abierta a las nueve de la mañana, y regresar a casa desayunado. Hoy, es posible hacerlo, pero en otras ciudades.
En Salamanca, por ejemplo, a las seis de la mañana no solo hay bares abiertos. «El cíber de Salamanca cierra todos los días a esa hora», comenta Imanol, encargado del cibercafé que la franquicia A.Net abrió hace un mes en la calle Doctor Antonio Silva.
La comparación con Salamanca es solo un detalle, porque poner frente a frente a las dos ciudades en su vertiente universitaria es, por razones históricas y numéricas, poco menos que un disparate.
Imanol cree que «el nivel universitario de Cáceres es mínimo, quizás por el hecho de que el campus está a las afueras de la ciudad». A pesar de esto, él se encarga de un negocio que basa su clientela en este tipo de jóvenes.
Un negocio para ellos
«Este es un cíber pensado para universitarios, con música chill out o chill house, y precios especiales para ellos». Por ejemplo, el bono de cinco euros da derecho a cinco horas en el ordenador; el de diez, a doce horas; y el de veinte, a 28 (sale a 71 céntimos la hora de conexión), mientras que la hora suelta se paga a 1,50 euros. Sin embargo, esta fórmula no parece triunfar. El encargado del local de A.Net en Cáceres explica que en otros establecimientos de la franquicia sí es más frecuente que los jóvenes compren bonos, mientras que en el caso de Cáceres, la mayoría prefiere sentarse y abonar lo que corresponda al marcharse.
«El cliente universitario es distinto al chavalito que suele ir a los ciber -afirma Imanol-, es un cliente que prefiere estar tranquilo, con su Coca-Cola, y que utiliza Internet para buscar documentación, para los juegos de rol o para entrar en el 'messenger' (una herramienta que permite mantener conversaciones escritas en tiempo real)». «Eso les gusta mucho -añade-, los hay que entran aquí a las ocho de la tarde y a las doce de la noche, cuando vamos a cerrar, te piden que esperes cinco minutos».
Entre los recursos que el cibercafé A.Net utiliza para seducir a los estudiantes está la posibilidad de imprimir documentos tanto en blanco y negro como en color, utilizar la grabadora de cedés, la de DVD, o la webcam.
Descenso paulatino
Son las nuevas tecnologías, que Dámaso Monje, de Ricopy, tiene previsto introducir en su copistería de Cáceres. Su reflexión sobre la universidad y los universitarios es mucho más profunda, y se apoya en bases más solidas. «Llevo desde el año 1993 trabajando con los estudiantes en esta ciudad -recuerda- y entonces, los universitarios suponían aproximadamente el noventa por ciento de mi clientela, mientras que hoy suponen el cincuenta por ciento».
Su análisis del cambio le ha permitido concluir que hay tres razones básicas, ordenadas según su importancia: lo poco que trabajan los profesores, el descenso en el número de alumnos y el botellón. «En Ricopy tenemos apuntes informatizados de varias carreras desde el curso 2000/2001, y puedo asegurar que en muchas materias, son exactamente los mismos que para este año». Según explica, esto hace que haya quien, al pasar al siguiente curso, venda los apuntes a los que vienen detrás.
El segundo factor al que Dámaso alude tiene una base estadística. «Creo que en los últimos cuatro o cinco año ha bajado un veinte por ciento o algo así», dice. Y no falla.
Para el curso 2004/2005, se matricularon en alguno de los ocho centros que oferta el campus cacereño un total de 11.275 alumnos. El año anterior eran 11.599. En el curso 2002/03, 11.981. Un año antes, 12.349, y en el 2000/01, 12.809. Es decir, Cáceres ha perdido 1.600 universitarios en los últimos cuatro años, a razón de cuatrocientos por año.
El fenómeno, no obstante, no es único de la Universidad de Extremadura ni del campus cacereño. El descenso en el número de alumnos afecta a toda la universidad española, principalmente por una cuestión demográfica, y además, se trata de un fenómeno que no afecta por igual a todas las titulaciones. En el caso de Cáceres, Derecho es el mejor ejemplo en el lado negativo, ya que llegó a tener 2.400 alumnos hace una década, y en el presente curso, la cifra de inscritos fue de 1.232.
Otras, como Enfermería y Terapia Ocupacional, Ciencias del Deporte, Ciencias Empresariales y Turismo o Formación del Profesorado, tienen cada año más alumnos.
Los tres factores
Al mediodía de un día laborable, en la copistería Ricopy (en la calle Santa Joaquina de Vedruna) hay media docena de clientes. «El descenso de los universitarios, por los tres factores de los que hablábamos -explica Dámaso- nos ha obligado a diversificar el negocio, a trabajar con empresas, a ofrecer servicios de reprografía, a trabajar con proyectos de arquitectura...».
El panorama negativo le ha obligado a tomar decisiones. «Yo tengo copisterías en los campus de Mérida y Badajoz, y ya he comunicado que este será mi último año, que voy a cerrarlas porque es un negocio sin futuro ninguno», sentencia Dámaso Monje.
El movimiento de los estudiantes afecta también a Busursa (Autobuses Urbanos del Sur S.A.), la empresa que gestiona el servicio de autobuses urbanos en Cáceres, y que tiene en los universitarios a una clientela importante.
El año pasado, la línea que va al campus tuvo más de un millón de viajeros, solo por detrás de la línea dos (parte de La Mejostilla antigua y sigue por la Plaza de Toros, Edificio de Servicios Múltiples, Cruz de los Caídos, Moctezuma, Espíritu Santo y vuelta a La Mejostilla), que tuvo cerca de 1.300.000 usuarios.
A clase en autobús
Basta hilar un poco más fino, echar un vistazo a las estadísticas mensuales, para comprobar la importancia de los universitarios. Entre los doce del año, los dos con más viajeros son octubre y noviembre (unos 600.000), es decir, el principio del curso, las primeras clases. «Durante el curso lectivo, ellos son nuestros clientes más numerosos», explica César Mateos, de Busursa.
También tendrían algo que decir los conductores de esos vehículos. Para empezar, 'pican' más bonobuses y abonos mensuales que en ninguna otra línea, y además, soportan la peculiaridad de que los jóvenes prefieren viajar de pie para bajarse en cuanto se abran las puertas. «La línea del campus tiene sus curiosidades -dice César Mateos-. Por ejemplo, sucede que un día va lleno y al siguiente va medio vacío, lo que nos ocasiona algún trastorno por las previsiones que hacemos». «Por lo demás -añade el responsable de Busursa-, no dan problemas, seguramente menos que el resto».
Y aún menos ahora, en el mes de los exámenes, cuando las salidas de casa se limitan a la biblioteca y poco más. Que se lo digan si no a quienes cada día -incluido el domingo en esta época del año- abren la Biblioteca Pública. A las cuatro y media ya hay varios esperando a que abran. A menos cuarto empieza a formarse la cola. Y a las cinco, cuando abren las puertas, el único objetivo es entrar rápido para sentarse en un buen sitio.
Aunque menos cada año, los universitarios de Cáceres siguen siendo muchos. Y la ciudad lo nota.