La ISLA SAGRADACHILOÉCHILE

Durante los siglos XVII y XVIII nacieron, de los recursos que entrega la naturaleza; de la mano hábil de los indígenas y de las enseñanzas de los misioneros jesuitas, las iglesias de Chiloé. Soportaron el duro clima del sur, siendo ahora la muestra de un rico diálogo intercultural y de un profundo mestizaje. Actualmente, existen en Chiloé unos 60 templos que corresponden a la tipología denominada Escuela Chilota de Arquitectura Religiosa en Madera.
Por lo general, los templos de esta escuela se emplazan cerca de la costa. Pero también se buscó para la mayoría un resguardo montañoso por el norte y se las orientó hacia el sur, a fin de protegerse de las lluvias.
Las iglesias consisten en un gran volumen hermético de proporciones horizontales, techado a dos aguas, que en general se apoya sobre piedras de fundación para aislarse de la humedad. El extremo que enfrenta al visitante se ensambla con un cuerpo vertical, la torre-fachada, que es el elemento característico de estas construcciones, y que terminó de configurarse hacia mediados del siglo XIX, período que corresponde a la culminación del modelo tipológico de la iglesia chilota.
Esta torre-fachada, siempre rigurosamente simétrica, se compone de un pórtico de ingreso -con su arquería-, el hastial o frontón y la torre. La torre se constituye en el rasgo esencial de la construcción, no sólo por su importancia simbólica -es el soporte de la cruz y de las campanas-, sino también porque a lo lejos los navegantes veían las torres como faros que indicaban donde desembarcar.
En el interior, el espacio es en planta basilical y tres naves, de las cuales sólo la central llega a la pared del fondo; las dos laterales terminan antes en un tabique que da lugar a la sacristía y al cuarto donde se disponen los objetos litúrgicos. Separan las naves columnas de una pieza de madera; estas últimas se erigen en general sobre piedra.
Con los años el alerce, el coigüe y el ciprés con el que fueron construidas absorbió la humedad, adquiriendo un color oscuro y grisaceo. En su interior recibieron los pasos de su gente y se encendieron incontables veces las velas de los fieles. Afuera, la comunidad organizó las procesiones, hombres y mujeres por separados a cargo de una labor específica: la vestimenta y transporte de las figuras religiosas, la preparación de la comida y los cantos, dando lugar a un rico acervo de tradiciones locales, sin las cuales estos templos serían sólo madera vieja.
Este el valor inconmensurable de las iglesias de Chiloé: son parte de nuestro capital cultural en su dimensión tangible e intangible; un capital que es único e irrepetible y que justificó
el nombramiento de 16 iglesias como Patrimonio Mundial de la Humanidad por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, Unesco.
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