Pensé lo mismo, es una pena.
Pero no quedaría mal dejarlo allí, por más que el edificio que le pongan al lado sea hiper mega modernoPensé lo mismo, es una pena.
Podrían dejarlo como si fuera mobiliario urbano.. como una estatua o un asiento...Pero no quedaría mal dejarlo allí, por más que el edificio que le pongan al lado sea hiper mega moderno
Link: http://www.losandes.com.ar/2008/0217/opinion/nota424564_1.htmY los autos, bajo tierra
Gabriel Bustos Herrera - Especial para Los Andes
“El mejor consejo que te puedo dar es que no traigas tu coche al centro: te ahorrarás muchos problemas. Barcelona tiene un excelente sistema de transporte público. Pero si aún así decides venir con tu auto, aquí tienes una red de estacionamientos subterráneos...”
Es la sugerencia de cualquier conserje, agencia, página de Internet o casa amiga, en cuanto uno llega a la fantástica capital catalana, anhelante de abalanzarse sobre el museo del Montjuich, la Sagrada Familia, la Rambla, el barrio Gótico o la arena de la Barcelonesa. Si uno termina finalmente en el rent-a-car, aprenderá a moverse, en una red compleja, pero envidiable: empresas concesionarias construyeron y mantienen una increíble red de estacionamientos subterráneos (incluida una gigantesca para unos 1.500 vehículos bajo la Plaza de Cataluña, ese imperio de verde, fuentes de agua y esculturas, en el corazón de Barcelona).
Arriba, dueña del sol y del aire, la gente. Bajo tierra, los autos. En la ciudad, ambas empresas operan poco menos de 60 estacionamientos (el 50% de ellos subterráneos), los más notorios bajo plazas, parques y lugares verdes de esparcimiento. En 2006 andaban por las 23.000 plazas en total, buena parte de ellas, conectadas a líneas del metro y del tren.
Aún guardo una tarjeta de crédito de estacionamiento de la BSM para toda su red de playas subterráneas de Barcelona -1,70 euro por hora en 2006, por fracciones de 15 minutos y una gama de abonos, descuentos y ventajas para los clientes habituales.
Primero, el transporte. El criterio de los catalanes es simple: priorizan -y subsidian- un muy buen sistema de transporte público de pasajeros (trenes, subterráneos, trole-tranvía, buses y taxímetros, con una trama de estaciones-shopping de conexiones).
Es accesible, moderno, muy variado: no deprime dejar el auto en casa.
Simultáneamente, han multiplicado las peatonales, ampliado las veredas, con una priorización terminante del peatón y de la “ciudad-shopping-esparcimiento”. Arriba, en la superficie, el sol, el verde y las veredas, para la gente. Para ella el mejor transporte público, el espacio, la gran ciudad. Los automóviles, bajo tierra. Y con restricciones: lo tornan secundario; traerlo al centro es caro; desalientan su uso (aunque la red subterránea de estacionamiento es fantástica).
Aquí en el pago, en ambos rubros todo está como era entonces: “La casa, la calle y el río”. El transporte es malo y la ciudad -el aire, el sol, el silencio- es de los autos. Nos seguimos debiendo un replanteo en serio del sistema de transporte público (en muchos sentidos degradante y para nada tentador). Hoy los recorridos de los micros son los mismos de 25 ó 30 años atrás; siguen empantanadas las licitaciones de los servicios de media distancia, desde puntos neurálgicos (el Este, el Valle de Uco, Lavalle, San Rafael); el ferro-tranvía ha entrado en un impasse, incluyendo la mala cara que le pone ahora el Viti Fayad -que tiene otras ideas para su flamante imperio- y los 70 u 80 trolebuses usados que nos ofrecen los canadienses para extender líneas troncales, aún penden de la licitación del traslado a Mendoza. O sea: para desalentar el uso del auto, nos falta la carta principal (el transporte público).
Abajo los autos. El congestionamiento automovilístico en la Gran Ciudad y el infierno de histerias que se agrava cada día (para propios y visitantes), no recibe por ahora el menor indicio de que alguien esté pensando en activar una respuesta de fondo, en serio. Es previsible: ante la falencia del transporte público -a contramano del mundo- el que puede prioriza su automóvil y se lanza a la guerra del centro (y a su costo). Se sufre la degradación en el micro o en el trole. Y también se padece el auto cuando, lanzados a la osadía de venir al centro en él, hay que procurarle guarda y seguridad.
Al menos en algunos gabinetes, ronda desde hace un tiempo la versión de que empresarios inmobiliarios locales (¿y un grupo chileno?), esbozan la idea de darle un emprendimiento osado: por concesión, construir una red de estacionamientos subterráneos de gran capacidad, bajo plazas, espacios verdes e incluso en las entrañas de algunas avenidas.
La Plaza Independencia; las otras 4 que la circundan (España, Italia, Chile y San Martín); el parque que está frente a la Casa de Gobierno y el Palacio Judicial; el que está frente y detrás del Hospital Central; el lateral oeste de la Costanera al zanjón, entre otros, aparecían entre los potenciales escenarios bajo cuyas entrañas podría comenzar a gestarse la red de estacionamientos subterráneos (en un proceso creciente, se suponen hasta 4.500 y 5.000 plazas), en una propuesta parecida a la de Barcelona (o bajo la Plaza Mayor de Madrid, o en las entrañas de Las Condes, en la zona de la exclusiva avenida Isidora Goyenechea).
Después de las urnas. En las promesas de octubre, los de Jaque juraron ocuparse del transporte público primero; excluir el auto particular del microcentro y propiciar playas de estacionamiento fuera del núcleo neurálgico. Fayad insistía en “recuperar la ciudad para la gente”; ya prometía limpiarla (también de los menesterosos de la baratija), pero advertía que él no perseguiría “ni a automovilistas ni a fumadores”.
Y ahí andan, agravadas las angustias y agitadas algunas ideas. La Provincia le apunta al transporte y en la Muni, al reordenamiento (la pelea contra la mugre y los espacios copados por los ambulantes y el comercio informal) y a replantear algunos proyectos.
Por ejemplo: el destino final de los terrenos del ferrocarril desde la ex estación de Las Heras y Belgrano, hasta las inmediaciones del estadio Pacífico, pasando por los terrenos de la ex Costa Esperanza y los actuales talleres de la ALL. Unas 37 hectáreas, sobre las que la Inmobiliaria Puerto Madero, de Buenos Aires, tenía una concesión para idear un plan de desarrollo urbanístico y que tiene irritadas varias pieles. El Viti quiere empezar de nuevo y olvidarse de lo de Cicchitti: abrir calle Godoy Cruz hasta Rodríguez y replantear el proyecto con otro criterio. Bajo esas 37 hectáreas (¿las últimas disponibles en la Gran Ciudad?), también la guarda subterránea de los autos que hoy congestionan el centro, tendría su nicho.
Los malagueños del grupo Salvago (el que desarrolla El Torreón en Maipú), presentaron el año pasado una propuesta para el ex pozo de los Maristas (San Martín, Alem, Don Bosco, Primitivo de la Reta, por el que pagaron 7 millones de verdes). Han diseñado una galería comercial a cielo abierto y ascendente; 2 torres de 40 pisos atrás -lejos de la línea de las veredas- terraza parque arriba y 3 niveles subterráneos para estacionamiento que albergaría unos 1.000 ó 1.200 automóviles.
En fin, la antigua demanda del sistema de transporte público -que viene de mediados de los 90- la congestión, el desorden y la contaminación en la Gran Ciudad -agravada y ya en límites críticos- imponen una política de bisturí a fondo. Pero sólo puede concebirse integrada entre el Barrio Cívico y del Palacio Municipal, donde moran ahora dos zares con pretensiones y pocas pulgas.
Esto requiere conducción y grandeza, para que esas ambiciones no posterguen el viejo sueño de recuperar la Gran Ciudad para la gente.
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Nueva torre de cerca de 10 pisos en el centro de Godoy Cruz a una cuadra de la plaza, sobre calle Las Heras casi Colón y a media cuadra de la plaza hacen otra torre de 5 pisos.
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