La gran muralla astur
Los arqueólogos descubren en la vía Carisa (Lena) el primer gran sistema defensivo de oposición a la invasión romana
La primera parte de la campaña arqueológica estival en el entorno del monte Curriechos ha descubierto un impresionante espacio bélico ligado a la romanización de Asturias. Los investigadores han localizado el gran muro de 450 metros de longitud y seis de ancho con el que los astures trataron de frenar la invasión imperial. La plaza fuerte está justo enfrente de un campamento romano.
Pola de Lena,
José A. ORDÓÑEZ
El pico Homón de Faro, en el límite entre los concejos de Lena y Aller, se ha convertido en el gran referente de la resistencia astur contra el invasor romano. Los arqueólogos acaban de localizar en este enclave el gran sistema defensivo con el que las tribus indígenas trataron de impedir la entrada de las tropas imperiales a los valles del centro de la región por la vía Carisa. Se trata de una obra militar ingente, erigida hace 22 siglos. Baste decir que, a más de 1.600 metros de altitud, incluía una muralla de 400 metros de longitud, seis metros de ancho y entre cuatro o cinco de altura.
Situémonos en torno al año 25 antes de Cristo. La Legión V Alaudae avanza por la vía Carisa -una gran «autopista» imperial que cruza la Cordillera de Busdongo a Ujo- rumbo a la Asturia Transmontana. Son miles de legionarios, en su mayor parte de ascendencia gala, dispuestos a someter a las tribus indígenas que poblaban los valles centrales del territorio que hoy es Asturias. El penoso avance se detiene súbitamente en las inmediaciones del pico Homón de Faro. A apenas un kilómetro de distancia, sobre una cumbre, se divisa una gran construcción defendida por guerreros astures. Los romanos deciden entonces construir un campamento en lo alto del monte Curriechos, frente por frente de la plaza indígena. Estamos ante el primer teatro bélico de la romanización astur. Dos culturas y dos ejércitos cara a cara y con los dientes afilados. Los romanos, impresionados por el mar de cumbres que divisan desde la Cordillera, quieren alcanzar la costa y someter a los pueblos lugareños. Los astures, dispuestos a defender a fuego y sangre la «puerta» de sus territorios.
Ésta es una de las hipótesis principales que manejan los arqueólogos Jorge Camino, Yolanda Viniegra y Rogelio Estrada, para explicar el impresionante teatro bélico de alta montaña -un campamento romano frente a una plaza defensiva astur- que ha sacado a la luz su investigación en el entorno de la vía Carisa. Las próximas semanas resultarán decisivas para confirmar muchos aspectos que, a día de hoy, son sólo teorías. Ahora bien, el descubrimiento del enclave indígena demuestra que, más allá de la resistencia a base de guerrillas que refieren las crónicas clásicas, los astures se organizaron para hacer frente común al invasor en la misma entrada a sus territorios, a unos 1.600 metros de altitud, mucho antes de que los romanos pudiesen alcanzar los valles. Todo ello demuestra un claro sentimiento de identidad territorial y social de los astures más allá de las rivalidades entre las distintas tribus.
Llama la atención, además, el óptimo emplazamiento elegido por los astures para ubicar su sistema defensivo. El pico Homón de Faro se convierte en una magnífica defensa para impedir el avance imperial. A todo ello se le une que la suma del escarpe rocoso y del muro construido por los guerreros autóctonos sumaba una altitud aproximada de una docena de metros. Su construcción les llevaría varios meses y todo hace indicar que fue decidida al tener conocimiento del avance de los legionarios de la V Alaudae por la vía Carisa.
Finalmente, la resistencia astur sucumbió al empuje romano y la muralla fue destruida. Aún se conservan los restos de la zapa que utilizaron los legionarios para derruir la construcción. Queda por saber en qué circunstancia cedieron los astures, puesto que, en principio, las primeras investigaciones no han ofrecido pistas que apunten hacia un gran asedio de la plaza por los romanos.
Establecer si hubo una gran batalla en la zona o simples escaramuzas es otro de los objetivos de la investigación. Aunque ambos ejércitos estaban cerca, a un kilómetro aproximadamente, los sistemas de artillería no permitían un ataque a distancia, por lo que la lucha, si la hubo, debió de ser cuerpo a cuerpo. Eso sí, los arqueólogos aseguran que ambos bandos podían comunicarse a voz en grito sin salir de sus campamentos. Los insultos, las bravatas y las amenazas estaban a la orden del día.
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Los indígenas pudieron arrasar un primer campamento romano
La investigación se centrará este mes en el emplazamiento imperial de Curriechos
El estudio del sistema defensivo astur ha ocupado la primera parte de la campaña estival en el entorno de la vía Carisa. Los arqueólogos han localizado un impresionante escarpe rocoso, restos del gran muro y hasta un arsenal de gruesas «balas» de piedra para usar con hondas. Todavía quedan algunos detalles por concretar, entre ellos la posibilidad de que el conjunto contase con torretas, pero, a partir de ahora, las investigaciones se centrarán especialmente en el campamento romano que está justo enfrente, en el monte Curriechos. Tiene mucho que decir.
Los arqueólogos pretenden confirmar si, como apuntan algunos indicios, bajo este campamento había otro más antiguo, posiblemente ligado a una campaña anterior, que fue abandonado o arrasado por los astures. Se trata de un aspecto fundamental, pues permitiría saber si las tribus indígenas se limitaron únicamente a contener el avance imperial, o, por contra, se encontraron con las fuerzas suficientes como para tomar la iniciativa militar y hacer retroceder a los legionarios hacia la Meseta.
Además, también hay interés por conocer si este enclave contaba con zonas residenciales localizadas fuera del perímetro fortificado, así como en el estudio de los elementos de madera del emplazamiento, puesto que en la pasada campaña la investigación se centró en el análisis de las fosas y taludes.
Sea como fuere, la importancia de este campamento está fuera de toda duda, entre otras cosas porque es el que se encuentra a más altitud de todos los conocidos. Esta circunstancia ha provocado que los investigadores lo hayan localizado casi igual a como lo dejaron los últimos legionarios que estuvieron en él, soldados adscritos, por cierto, a la Legión V Alaudae, la primera formada por contingentes no latinos, concretamente por galos del bajo Ródano. Su atuendo destacaba porque los cascos estaban rematados con unas alas de ave que, en cierta manera, recuerdan la figura de Asterix, el mítico héroe del cómic.
Todo el conjunto militar romano, unido al impresionante conjunto que forma junto al enclave defensivo astur, hace que ya se estén diseñando proyectos para promocionar su difusión cultural y turística. Tanto el concejo de Aller como el de Lena tienen prevista la apertura de instalaciones de interpretación y estudio del escenario bélico ligado a la vía Carisa.
Las investigaciones en el monte Curriechos están patrocinadas por Cajastur, en colaboración con la Universidad de Oviedo, la Asociación de Amigos del Campamento Romano de la Carisa y la Federación de Montaña del Principado de Asturias. Jorge Camino, uno de los arqueólogos, asegura que cuando, a finales de agosto, concluya la campaña en el entorno de la Carisa estarán puestas las bases para el conocimiento de un enclave bélico fundamental para el proceso de romanización de Asturias, pero que aún quedarán muchos aspectos pendientes de los que, según dice, «tendrán que encargarse las futuras generaciones».
El Homón de Faro y el monte Curriechos, el campamento militar romano y el emplazamiento defensivo astur, elementos de gran importancia histórica que se ubican en una majestuosa atalaya desde la que se divisa gran parte de Asturias -de Tineo a los Picos de Europa pasando por Oviedo, Gijón o el cabo Peñas- seguirán aportando datos y descubrimientos de relevancia.