Instantáneas valencianas del siglo XX
Dos libros en escasas fechas recogen estampas de escenas antiguas Eduardo Saboya y Finezas y Gil-Albors nos refrescan la memoria
RAFAEL BRINES
Dos ediciones locales que han sido presentadas con escasa diferencia de fechas en una semana han traído a la memoria de los valencianos veteranos escenas un poco olvidadas de la vida de nuestra Ciudad y comarca, evocaciones que, por otra parte, no son solamente nostalgia para quienes aún pudieron conocer aquellos ambientes, sino que además pueden servir de lección a las generaciones siguientes con el fin de que la historia no sea un hecho aislado y nuevo, sino la continuación de sus ancestros. Que ya escribió el español internacional Jorge de Santayana en su libro «La vida de la razón» que el progreso depende de la capacidad de retener, por lo que «aquéllos que no pueden recordar el pasado están condenados a repetirlo». Y otro escritor valenciano, más desenfadadamente -era su estilo peculiar-, Fernando Vizcaíno Casas, dijo también que «la nostalgia es como el espejo retrovisor de los coches, pues nos hace ver el pasado para seguir avanzando». En esas conclusiones filosófico-literarias pensamos que está buena parte del valor de las dos ediciones que comentamos.
Fotografías del Ateneo Mercantil
Con motivo del siglo y cuarto de la creación del Ateneo Mercantil de Valencia, su Presidente, José Manuel Botella, concibió la idea -que ha sido llevada a cabo con el apoyo y soporte del Ayuntamiento- de editar una colección de fotografías estereoscópicas que un antiguo socio de la entidad, el experto especialista en fotografía Eduardo Saboya, donó en su día a la sociedad a la que pertenecía, y cuyo cúmulo de más de un millar de clichés en cristal que estaban almacenados había sido casi olvidado a lo largo de siete décadas. Y ahora hemos podido observar su reproducción, con unos jugosos comentarios de la catedrática de Arte Carmen Pérez y la restauradora Isabel Casanova.
De esta forma, y bajo el título «Imágenes de un pasado reciente», podemos revivir y observar lo que fue Valencia hasta 1926, en que este mago de la cámara recopiló la vida ciudadana de los años anteriores.
A lo largo de casi 300 páginas, podemos ver la panorámica aérea de Valencia hace un siglo, sus calles con los viejos tranvías que se entrometían por callejones estrechísimos, la Alameda y los Jardines de Monforte cuando allí acudía los domingos la calificada «gente bien», la Plaza del Mercado y la Lonja, la Catedral, la Universidad Literaria, el colegio del Patriarca, la Plaza del Ayuntamiento todavía con la estatua del Marqués de Campo, las procesiones, las fallas, la huerta cuando era lo que actualmente casi ha desaparecido, el Puerto, las playas, y hasta escenas fuera de la capital pero dentro de la Región, como ¡aquellos! Altos Hornos de Sagunto o el Monasterio de la Valldigna.
«Parece que fue ayer»
A pocas horas de la presentación de ese libro en el Salón de Cristal, era igualmente dado a conocer otro volumen que el Académico de la Llengua Juan Alfonso Gil-Albórs ha puesto texto a un centenar de fotos del último medio siglo que realizó el desaparecido Manuel Sanchis Blasco, conocido profesionalmente como «Finezas». Un poco al estilo de una sección que en los años cincuenta publicaba este diario LEVANTE titulada «Esta foto pide un pie», ambos autores -gráfico y literario- evocan, desde el botijo y la mecedora en la terraza, hasta el control de los «consumeros» para evitar el «estraperlo», pasando por la presencia de personajes en la Ciudad, como Rita Hayworth, Alfredo Mayo, Francisco Franco, Jorge Negrete, Juan de Borbón, Manolete, Juan Carlos de Borbón, Celia Gámez, Carmen Sevilla, así como otros residentes y destacados en Valencia, como el Arzobispo Marcelino Olaechea, Asensi, Puchades, Eizaguirre, Quique, Miguel de Molina, Jorge MistralÉ
Con el título «Parece que fue ayer», ofrecen más de dos centenares de páginas que reiteran lo que, en dos ediciones anteriores de menor volumen, ya nos brindaron hace una década. Y que ahora, junto a la obra citada al principio, vienen a evocarnos tiempos pasados, vividos por muchos de los presentes y, si no, conocidos por boca de nuestros padres y abuelos.