Al igual que todos los viñedos, me fascina Bodega Garzón por su situación nuclear, y porque aprovecha la constitución de la morfología para situarse en un punto panorámico favorable, icónico frente a su propia producción, y cómo desde este punto forja una composición edilicia que no se divorcia del desnivel que la naturaleza le ofrece, sino que sutilmente va estableciendo lazos con ese gradiente natural, obteniendo accesos, o tomando algunos de sus elementos y transportándolos a la obra: los techos verdes de helechos y rastreras, la fluidez del agua en el pond, o la solidez del concreto asemejando la solidez del manto rocoso circundante.