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Dentro de esas fuentes hay textos como el de Filóstrato (ss.II-III d. C) que parecen poner muy claras las cosas, en su tiempo: «Ahora la isla en la que está el templo es exactamente del tamaño de este» ( Phil. 5.4). La frase, extractada así, es poco menos que una sentencia. Sin embargo, ello no quiere decir que esa isla sea Sancti Petri, ni que todo ese espacio sea un todo construido: puede decir también que toda la isla en la que estaba Melqart era un ámbito consagrado él. Si se sigue el texto, en contra de lo habitual, resulta complicado imaginar que, en Sancti Petri, en el tiempo de Filóstrato «no hay una piedra áspera que se pueda encontrar en ella, ya que se le ha dado la forma de una plataforma pulida». Más cuesta imaginar los altares de Hércules y el resto de riquezas y dependencias del templo (García y Bellido, 1968, pp. 100 y ss.), que necesitan cierta amplitud, algo que no permite un emplazamiento como este.
Los términos utilizados por los antiguos para designar un lugar sacro tienen consecuencias topográficas y por ello resulta interesante examinarlos con atención.
Los que hoy llamamos “templo” o “santuario” de Hércules es propiamente un fanum para los clásicos romanos que lo citan: un término añejo reservado con asiduidad, no exclusivamente, para esas divinidades orientales menos sujetas a norma romana (Castagnoli, 1984, p. 4). Así lo cita una obra tardorrepublicana, como es el Bellum Civile (Caes. Civ. 2.18). Así lo recuerda igualmente la Púnica de Silio Italico, casi un siglo más tarde (Sil. 3.21). Fanum designa los loca sacra de mayor amplitud. Se trata de áreas abiertas conectadas con el edificio templar, que son polifuncionales y que definen un amplio entorno sagrado que comprende todo el ámbito del sacro: recinto, edificios, dependencias, actividades, bosques, fuentes, fiestas, procesiones (Castillo-Pascual, 2000, p. 92). A veces, incluso, pueden generar una eventual aglomeración urbana. Un buen ejemplo ilustrativo para nuestro caso es aquel Fanum Fortunae, que generó después la Colonia Iulia Fanestris, actual Fano (Marcas-Italia), ciudad donde Vitrubio decía haber construido su basílica (Vitr. 5.1.6).
Plinio (Plin. Nat. 3.119-120), ya en otro contexto y en un tiempo más avanzado (segunda mitad del s. I. d. C), lo define con un término tan poco frecuente como evocativo en su época: delubrum. Aunque se refiere a la morada propia del dios, delubrum designa todo el conjunto en el que particularmente se encuentra. Y, a veces, suele singularizarse con aquellos amplios ámbitos, como el de Hércules, que tienen relación con las aguas sagradas (Castillo-Pascual, 2000, pp: 90-91).
Mela (3.6.46), igualmente en el s. I. d. C. lo designa finalmente del modo más impreciso posible, como templum, al igual que Avieno (OM 317-319), ya en el s. IV. d. C, aunque en este último caso la palabra ya había mutado su valor imbuyendo en él la misma construcción templar. Templum, para los romanos, significa simplemente entorno cardinalmente augurado, con o sin edificio, que representa una proyección de la bóveda celeste (Castagnoli, 1984, pp. 4-10, Castillo-Pascual, 2000, p. 84).
Los griegos como Estrabón (s. I. a.C-s. I. d.C) resumen ámbito sacro, construcción y culto en un todo con la forma Herakleion.
Por último, cabe reseñar que ninguna fuente romana lo define únicamente como aedes. Aedes, que evoca el edificio templar en sí, habría sido la única forma válida para que tuviera coherencia la ajustada definición de Filóstrato. O para quienes identifican Sancti Petri exclusivamente con el “templo”, es decir, el “edificio” destinado a Melqart-Hércules.
Fanum, templum, delubrum, los tres, requieren siempre de un pequeño paisaje sacro. Necesitan un área amplia, polifacética y diversificada para que los romanos puedan citarla, sobre todo, como fanum. Resulta difícil que un “corral rocoso”, pueda albergar árboles, fuentes, el delubro mismo, hospedaje, dependencias y, sobre todo, el fano de esparcimiento de un dios mayor.
Finalmente, cabe repasar las citas más complejas que son las de Estrabón.
En primer lugar, está su cita a Posidonio (Str. Geogr. 3.5.6). Escribe Estrabón que Posidonio decía haber medido directamente el nivel del agua de las mareas en el basamento o dique del Herakleion. De esa cita no se puede interpretar la arquitectura ni posición del templo. No demuestra que Posidonio midiese el agua “a filo” con la pared perimetral de un templo. Pudo acaecer en cualquier lugar perimetral del fanum, esto es, del recinto, que constase de basamento y estuviera en contacto con las mareas. En nuestra opinión, esta cita no puede ser argumento válido para enclavar el “templo” mismo en Sancti Petri, al azote del agua.
En segundo lugar, la cita relativa a que los tirios «levantaron la ciudad al oeste y el templo al este de la isla» (Str. Geogr. 3.5.5.), junto con que esta isla era la llamada Cotinusa, entre otros nombres («Timeo afirma que la isla es llamada por estos últimos (los nativos) Cotinusa, pero nosotros la llamamos Tarteso y los cartagineses Gadir», Plin. Nat. 3.119-120), ha dado pie, en su imagen topográfica actual, a pensar que ese extremo oriental es la actual punta del Boquerón y Sancti Petri (Niveau de Villedary, 2019, p. 8). Efectivamente, el mismo Estrabón dice en otro paso que «la ciudad está emplazada en la zona oeste de la isla, y muy próximo a ella, en el extremo, está el santuario de Crono, junto a la islita; el Herakleion se encuentra al otro lado, al Este, por donde la isla se aproxima más al continente, estando separada de este por un estrecho de alrededor de un estadio» (Str. Geogr. 3.5.5.). Sin embargo, el geógrafo de Amasia dijo, solo unas líneas atrás, que la tal Cotinusa no resolvía los problemas de espacio de Cádiz y que seguía siendo pequeña: «Al principio habitaban una ciudad muy pequeña; pero Balbo Gaditano, el que logro el triunfo, les construyo otra que llaman Nueva, y a la ciudad constituida por ambas, Gemela, que a pesar de no tener más de veinte estadios de perímetro no padece estrechez. Porque son pocos los que residen en ella, debido a que todos pasan la mayor parte del tiempo en el mar» (Str. Geogr. 3. 5. 3).
La contradicción y la falta de fiabilidad de estos textos estriba en que, si Cotinusa llegaba hasta el castillo de Sancti Petri, ni puede ser pequeña para Balbo ni puede tener solo veinte estadios. Y si era tan pequeña como dice Estrabón, entonces el templo de Melqart no tiene más remedio que estar cerca de las Puertas de Tierra en Cádiz.
Una vez más unas fuentes entran en contradicción unas con otras e, incluso, dentro de un mismo autor entre sí. No garantizan ni son argumento de validación de ninguna hipótesis de situación del templo, cualquiera que esta sea.
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